Los huesos están amontonados para ganar espacio después de ser enterrados los cadáveres en el s. XIX
11.01.2014 | 21:00
M. VÁZQUEZ | PICASSENT La excavación de la cripta funeraria descubierta bajo la nave central de la parroquia de Sant Cristòfol de Picassent ha sacado a la luz infinidad de restos humanos pertenecientes a más de un centenar de cadáveres. Los cuerpos fueron sepultados allí hace siglos, cuando aún no existían los cementerios como tales y los enterramientos se realizaban en el subsuelo de los templos. Junto a los restos han aparecido varios platos de extrema unción y algún adorno personal como medallas o pequeñas joyas.
La cripta se abrió el año pasado para acometer su restauración después de que el suelo de la nave central comenzara a hundirse en ese punto. El párroco, Vicent Cardona, clausuró la iglesia y dejó al descubierto el hipogeo. Dentro encontró escombros y algunas piezas históricas, incluidos pedazos del antiguo templo gótico que se levantaba sobre la parroquia actual. Faltaba comprobar que debajo no había nada porque, como se sospechaba, los restos de la vieja cripta habían sido trasladados al camposanto en el siglo XIX. Sin embargo, no había sido así, ya que nada más empezar a excavar comenzaron a aflorar restos humanos. Las piezas óseas están completamente desarticuladas, mezcladas y muy deterioradas en algunos casos hasta el punto de que será imposible determinar con exactitud cuántos cadáveres fueron enterrados allí. «Igual aparece un cráneo de niño con un fémur de adulto que una tibia con un coxis explicó Remedios Martínez, la arqueóloga que dirige la excava-ción. Nada guarda relación porque todo está revuelto y machacado».
No es habitual encontrar sepulturas en este estado, algo que la especialista achaca a la falta de espacio para continuar con los enterramientos. «Colocaban los féretros en los lados, unos sobre otros y, cuando ya no había más sitio, colmataban y aterrazaban para seguir poniendo más ataúdes en otro nivel», describió Martínez. Pero no es ésta la escena que se ha encontrado la arqueóloga, sino otra bien distinta: un revoltijo de huesos amontonados. «Utilizaron este nivel como osario, por eso sacaron los restos y los fueron comprimiendo para ganar espacio». Para aprisionarlos, usaron las tapas de los féretros, que estaban colocadas en la parte superior y, sobre ellas, una capa de tierra. Los restos son del siglo XIX.
La cripta se abrió el año pasado para acometer su restauración después de que el suelo de la nave central comenzara a hundirse en ese punto. El párroco, Vicent Cardona, clausuró la iglesia y dejó al descubierto el hipogeo. Dentro encontró escombros y algunas piezas históricas, incluidos pedazos del antiguo templo gótico que se levantaba sobre la parroquia actual. Faltaba comprobar que debajo no había nada porque, como se sospechaba, los restos de la vieja cripta habían sido trasladados al camposanto en el siglo XIX. Sin embargo, no había sido así, ya que nada más empezar a excavar comenzaron a aflorar restos humanos. Las piezas óseas están completamente desarticuladas, mezcladas y muy deterioradas en algunos casos hasta el punto de que será imposible determinar con exactitud cuántos cadáveres fueron enterrados allí. «Igual aparece un cráneo de niño con un fémur de adulto que una tibia con un coxis explicó Remedios Martínez, la arqueóloga que dirige la excava-ción. Nada guarda relación porque todo está revuelto y machacado».
No es habitual encontrar sepulturas en este estado, algo que la especialista achaca a la falta de espacio para continuar con los enterramientos. «Colocaban los féretros en los lados, unos sobre otros y, cuando ya no había más sitio, colmataban y aterrazaban para seguir poniendo más ataúdes en otro nivel», describió Martínez. Pero no es ésta la escena que se ha encontrado la arqueóloga, sino otra bien distinta: un revoltijo de huesos amontonados. «Utilizaron este nivel como osario, por eso sacaron los restos y los fueron comprimiendo para ganar espacio». Para aprisionarlos, usaron las tapas de los féretros, que estaban colocadas en la parte superior y, sobre ellas, una capa de tierra. Los restos son del siglo XIX.
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